Mostrando entradas con la etiqueta otoño. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta otoño. Mostrar todas las entradas

viernes, 20 de noviembre de 2020

Otoño

La Olympia de Jane Doe
¿Sí? ¡Ah, eres tú! No te quedes plantado en esta línea y pasa, pasa, por favor.

Así que, aquí estamos…

¡Hola de nuevo! ¿Cómo has estado?

Siéntete libre de ponerte cómod@, que tenemos que contarnos todas nuestras novedades.
Han pasado casi cinco meses desde que publiqué mi último post. Es como un sueño que haya pasado todo un verano y estemos en mitad de una de mis estaciones favoritas: ¡El otoño! 🍂

Aunque te soy sincera y confieso que no siempre ha sido así, porque cuando era pequeña, otoño significaba despedida. ¿No sentías tú lo mismo? El otoño, allá por entonces, suponía el final de muchas cosas de las que había que separarse. Era el tiempo de decir adiós al calor, a los días en los que no había que hacer nada salvo descansar y divertirse, a los amigos que regresaban a casa, a los juegos entre pinos, ríos y rocas (siempre he tenido muy a mano a los bosques), al agua azul de la piscina... y es que no había cosa que más me gustase que bañarme aunque aprendiera a nadar bastante tarde jajaja.


Sin embargo, con unos otoños más, he aprendido a valorarlo hasta llegar a amarlo, como una relación que no empieza bien hasta que entendemos la naturaleza de la otra parte. Ahora, no puedo dejar de mirar los colores con los que las hojas pintan los paisajes naturales y urbanos, el ligero frío que más que una molestia, es una compañía que te ancla en el presente para sentir el aquí y ahora, o como las setas se convierten en las nuevas flores, brotando como esos puestos de castañas, churros con chocolate y barquillos.

No sé cómo podía pensar entonces que era un final cuando se respira como el inicio de muchas nuevas sendas. La cosecha ya ha sido recogida y es el momento de plantar nuevas semillas que germinen hasta convertirse en nuevos frutos en el futuro. Es la estación del Inktober o el NanoWrimo, sin ir más lejos.

El otoño siempre trae consigo una nueva sensación y, por ello, quería escribir esta entrada… Porque es otoño en mi blog, que no en El Corte Inglés.

Estoy tan, tan, pero tan agradecida de volver a vernos aquí y, a la vez, tan ilusionada de comenzar a explorar este camino novedoso que esta bajo mis pies. La inactividad del verano no se ha traducido en dejar de lado a mi blog, al contrario, sino que me ha servido para pararme, meditar y dar esos pasos hacia atrás necesarios para coger impulso y comenzar a correr, «volar», pese a que quitar el polvo acumulado y las telarañas de este rincón no esté siendo tarea fácil, mucho menos volver a poner en funcionamiento las teclas de la Olympia, pero volveremos a coger ritmo.
Mirad a Olympia, que preciosa está y lista para rellenar semanalmente de líneas los folios virtuales blancos 💛. Ojalá que fuera literalmente porque estoy enamoradísima de esta máquina de escribir y sé que algún día la tendré entre mis manos. Para algo este blog le debe su nombre.

Así pues, con este nuevo principio en La Olympia de Jane Doe, he querido que seas mi compañero de viaje y para ello quise escucharte a través de las encuestas que realicé en Twitter. Y esto es lo que has manifestado junto con otros:
PUBLICARÉ TODOS LOS VIERNES

No faltes a la cita.

Para que no te vayas con las manos vacías, voy a adelantarte lo que vas a encontrar cada vez que vengas de visitame. Voy a hacer el famoso coming soon de las series:


↠Relatos originales. ↠Análisis.
↠Reseñas. ↠Opiniones
Y… lo que más ilusión me hace: NUEVAS SECCIONES.

Éstas han sido muy pensadas y estoy ansiosa de que las conozcas. Podrás ir encontrándolas, según las vaya estrenando con las entradas, en la barra de inicio de arriba en la que, de momento, puedes ver la de Relatos Originales. Pero voy a ser buena y aquí un pequeño adelanto con sus nombres, para que vayas pensando de qué pueden ir...



↠El Horno está para Magdalenas

↠Abogada del villano

↠Con Olympia y a lo loco
¿Te atreves a decirme de qué pueden tratar?
code by EMME

martes, 8 de octubre de 2019

Writober 2019: Espíritu - 08/10/2019

Espíritu
SilencioParecía decir la noche. 

ilencioGritaba.

Las estrellas ausentes habían dejado sola a una luna llena arropada por un manto de nubes. En otros tiempos, hubiera sido la luna el faro que iluminaba en la marea oscura de la noche, pero en estos de hoy en día, se veía eclipsada por las diferentes luces de neón que dibujaban a la ciudad. Desde la posición de la mayor de las perlas de la bóveda que cubre el hogar de cada una de las criaturas que pisan la tierra, se podría decir que las estrellas habían descendido y ahora el cielo estaba abajo y no arriba. De alguna manera, era como si co-existiesen dos cielos como dos mundos recorriendo la misma órbita del mismo sistema, pero condenados a nunca encontrarse.

Había una pared donde no correspondía. Era de pintura blanca desconchada, acompañada por unas pinceladas de humedad que le hacían lucir como una vieja acuarela abstracta. Y donde debía de haber una pared de paneles de madera fundiéndose en el color cálido de las llamas de los candelabros, no se hallaba nada. 

Flotaba en pasos no dados mientras el velo caía. Fue a la cocina; y contempló a una mujer y a una niña que no conocía. ¿Serían nuevas en el servicio? La mayor cocinaba mientras la pequeña estaba sentada a la mesa comiendo.

¡Ummm! exclamó al probar un bocado del pastel recién hecho.

En el vacío que tenía por estómago, se desató una vorágine de repulsa y, a su vez, de un deseo que ya nunca jamás podría ser consumido. 

La vieja madera de los peldaños no crujió bajo sus pies, aunque las vetas que le hacían lucir como la piel de un anciano la reconocían con un mudo saludo. A sus pensamientos vinieron las veces que subió y bajó aquellas escaleras: corriendo, con desgana, aparentando… Recuerdos que se mostraban con una neblina que le hacía perderse en el tiempo, pero aún tan vívidos como si estuvieran pasando ahora mismo. 

Y cuando llegó al nuevo piso no vio a los grandes retratos de hombres y mujeres con miradas inquisidoras que siempre le habían atemorizado, sino que, en su lugar, había un triste y solitario pequeño cuadro con un paisaje tan aleatorio e impersonal que no invitaba a querer hundirse en él para perderse y descubrir qué secretos guardaba. 

Cuando pasó por la puerta de una de las habitaciones, no recordaba cuál por mucho que quisiera, escuchó la voz de un hombre que hizo que se detuviera para espiar, aún sabiendo que eso estaba mal por mucho que su institutriz le regañara, aunque siempre era la primera en hacerlo cuando llegaban visitas importantes.

Ajá dijo hablando solo. Eeeeh… entonces se fijó que en su mano portaba un objeto extraño que iluminaba la mitad de su cara al tenerlo pegado a su oreja izquierda. Sí, pero sin piña. Jamás te fíes de las personas que comen piña en la pizza…

Negó con la cabeza al verse incapaz de entender tan extraño idioma por mucho que comprendiera el significado de cada una de las palabras. 

Regresando al pasillo, reconoció a su ventana favorita pero vestida con un cristal más grueso del que había en su memoria. Se acercó a ella, pues siempre había sido la que mejor vistas ofrecía, para acariciar el marco cuando se percató de que en algún momento también lo habían cambiado para ser de frío acero. La confusión poco a poco estaba devorando sus entrañas. 

¡Ufff! escuchó tras el muro que separaba aquel descansillo de las paredes de su dormitorio—. ¿¡Cuántas veces te he dicho que esto no es Estados Unidos!? ¡Halloween no se debería celebrar aquí!

¿Halloween? ¿Estados Unidos? Cuando quiso entrar para averiguar quién diantres estaba en su dormitorio y con qué permiso se había atrevido a invadir de tal manera su privacidad, un reflejo dorado cegó sus ojos por unos instantes. 

Fue entonces, cuando cada uno de los vellos en su cuerpo se erizó. Algo se acercaba, lo sabía, y a medida que lo hacía, era más difícil de ignorar. Podía escuchar dentro de las paredes pequeñas estampidas, como de ratas o cualquier animalillo siendo más listo que ella por huir de lo que se avecinaba. Los tentáculos del miedo aprisionándola por momentos en una cárcel de barrotes invisibles. Y esa tristeza ahogándola… ¿De dónde venía? 

Apretó los ojos y rezó con el sudor cayéndole por el hueco de su nuca. Cuando de repente el silencio se coronó rey, reunió el suficiente valor para mirar a la autora de tal reflejo dorado como un rayo que precede a la tormenta: una placa colgada frente a ella. Se llevó la mano a la boca para ahogar un grito de pánico que nació de lo más profundo de su ser cuando leyó:

Aquí estuvo el palacio donde vivió doña Isabel Tormes, duquesa de Arcos del Río. En él murió el 28 de enero de 1904.

Entonces… ¿Estaba muerta?
Emme's Codes
Jane Doe