Espíritu
Silencio. Parecía decir la noche.
ilencio. Gritaba.
Las estrellas ausentes habían dejado sola a una luna llena arropada por un manto de nubes. En otros tiempos, hubiera sido la luna el faro que iluminaba en la marea oscura de la noche, pero en estos de hoy en día, se veía eclipsada por las diferentes luces de neón que dibujaban a la ciudad. Desde la posición de la mayor de las perlas de la bóveda que cubre el hogar de cada una de las criaturas que pisan la tierra, se podría decir que las estrellas habían descendido y ahora el cielo estaba abajo y no arriba. De alguna manera, era como si co-existiesen dos cielos como dos mundos recorriendo la misma órbita del mismo sistema, pero condenados a nunca encontrarse.
Había una pared donde no correspondía. Era de pintura blanca desconchada, acompañada por unas pinceladas de humedad que le hacían lucir como una vieja acuarela abstracta. Y donde debía de haber una pared de paneles de madera fundiéndose en el color cálido de las llamas de los candelabros, no se hallaba nada.
Flotaba en pasos no dados mientras el velo caía. Fue a la cocina; y contempló a una mujer y a una niña que no conocía. ¿Serían nuevas en el servicio? La mayor cocinaba mientras la pequeña estaba sentada a la mesa comiendo.
—¡Ummm! —exclamó al probar un bocado del pastel recién hecho.
En el vacío que tenía por estómago, se desató una vorágine de repulsa y, a su vez, de un deseo que ya nunca jamás podría ser consumido.
La vieja madera de los peldaños no crujió bajo sus pies, aunque las vetas que le hacían lucir como la piel de un anciano la reconocían con un mudo saludo. A sus pensamientos vinieron las veces que subió y bajó aquellas escaleras: corriendo, con desgana, aparentando… Recuerdos que se mostraban con una neblina que le hacía perderse en el tiempo, pero aún tan vívidos como si estuvieran pasando ahora mismo.
Y cuando llegó al nuevo piso no vio a los grandes retratos de hombres y mujeres con miradas inquisidoras que siempre le habían atemorizado, sino que, en su lugar, había un triste y solitario pequeño cuadro con un paisaje tan aleatorio e impersonal que no invitaba a querer hundirse en él para perderse y descubrir qué secretos guardaba.
Cuando pasó por la puerta de una de las habitaciones, no recordaba cuál por mucho que quisiera, escuchó la voz de un hombre que hizo que se detuviera para espiar, aún sabiendo que eso estaba mal por mucho que su institutriz le regañara, aunque siempre era la primera en hacerlo cuando llegaban visitas importantes.
—Ajá —dijo hablando solo—. Eeeeh… —entonces se fijó que en su mano portaba un objeto extraño que iluminaba la mitad de su cara al tenerlo pegado a su oreja izquierda—. Sí, pero sin piña. Jamás te fíes de las personas que comen piña en la pizza…
Negó con la cabeza al verse incapaz de entender tan extraño idioma por mucho que comprendiera el significado de cada una de las palabras.
Regresando al pasillo, reconoció a su ventana favorita pero vestida con un cristal más grueso del que había en su memoria. Se acercó a ella, pues siempre había sido la que mejor vistas ofrecía, para acariciar el marco cuando se percató de que en algún momento también lo habían cambiado para ser de frío acero. La confusión poco a poco estaba devorando sus entrañas.
—¡Ufff! —escuchó tras el muro que separaba aquel descansillo de las paredes de su dormitorio—. ¿¡Cuántas veces te he dicho que esto no es Estados Unidos!? ¡Halloween no se debería celebrar aquí!
¿Halloween? ¿Estados Unidos? Cuando quiso entrar para averiguar quién diantres estaba en su dormitorio y con qué permiso se había atrevido a invadir de tal manera su privacidad, un reflejo dorado cegó sus ojos por unos instantes.
Fue entonces, cuando cada uno de los vellos en su cuerpo se erizó. Algo se acercaba, lo sabía, y a medida que lo hacía, era más difícil de ignorar. Podía escuchar dentro de las paredes pequeñas estampidas, como de ratas o cualquier animalillo siendo más listo que ella por huir de lo que se avecinaba. Los tentáculos del miedo aprisionándola por momentos en una cárcel de barrotes invisibles. Y esa tristeza ahogándola… ¿De dónde venía?
Apretó los ojos y rezó con el sudor cayéndole por el hueco de su nuca. Cuando de repente el silencio se coronó rey, reunió el suficiente valor para mirar a la autora de tal reflejo dorado como un rayo que precede a la tormenta: una placa colgada frente a ella. Se llevó la mano a la boca para ahogar un grito de pánico que nació de lo más profundo de su ser cuando leyó:
“Aquí estuvo el palacio donde vivió doña Isabel Tormes, duquesa de Arcos del Río. En él murió el 28 de enero de 1904.”
Entonces… ¿Estaba muerta?
Emme's Codesilencio. Gritaba.
Las estrellas ausentes habían dejado sola a una luna llena arropada por un manto de nubes. En otros tiempos, hubiera sido la luna el faro que iluminaba en la marea oscura de la noche, pero en estos de hoy en día, se veía eclipsada por las diferentes luces de neón que dibujaban a la ciudad. Desde la posición de la mayor de las perlas de la bóveda que cubre el hogar de cada una de las criaturas que pisan la tierra, se podría decir que las estrellas habían descendido y ahora el cielo estaba abajo y no arriba. De alguna manera, era como si co-existiesen dos cielos como dos mundos recorriendo la misma órbita del mismo sistema, pero condenados a nunca encontrarse.
Había una pared donde no correspondía. Era de pintura blanca desconchada, acompañada por unas pinceladas de humedad que le hacían lucir como una vieja acuarela abstracta. Y donde debía de haber una pared de paneles de madera fundiéndose en el color cálido de las llamas de los candelabros, no se hallaba nada.
Flotaba en pasos no dados mientras el velo caía. Fue a la cocina; y contempló a una mujer y a una niña que no conocía. ¿Serían nuevas en el servicio? La mayor cocinaba mientras la pequeña estaba sentada a la mesa comiendo.
—¡Ummm! —exclamó al probar un bocado del pastel recién hecho.
En el vacío que tenía por estómago, se desató una vorágine de repulsa y, a su vez, de un deseo que ya nunca jamás podría ser consumido.
La vieja madera de los peldaños no crujió bajo sus pies, aunque las vetas que le hacían lucir como la piel de un anciano la reconocían con un mudo saludo. A sus pensamientos vinieron las veces que subió y bajó aquellas escaleras: corriendo, con desgana, aparentando… Recuerdos que se mostraban con una neblina que le hacía perderse en el tiempo, pero aún tan vívidos como si estuvieran pasando ahora mismo.
Y cuando llegó al nuevo piso no vio a los grandes retratos de hombres y mujeres con miradas inquisidoras que siempre le habían atemorizado, sino que, en su lugar, había un triste y solitario pequeño cuadro con un paisaje tan aleatorio e impersonal que no invitaba a querer hundirse en él para perderse y descubrir qué secretos guardaba.
Cuando pasó por la puerta de una de las habitaciones, no recordaba cuál por mucho que quisiera, escuchó la voz de un hombre que hizo que se detuviera para espiar, aún sabiendo que eso estaba mal por mucho que su institutriz le regañara, aunque siempre era la primera en hacerlo cuando llegaban visitas importantes.
—Ajá —dijo hablando solo—. Eeeeh… —entonces se fijó que en su mano portaba un objeto extraño que iluminaba la mitad de su cara al tenerlo pegado a su oreja izquierda—. Sí, pero sin piña. Jamás te fíes de las personas que comen piña en la pizza…
Negó con la cabeza al verse incapaz de entender tan extraño idioma por mucho que comprendiera el significado de cada una de las palabras.
Regresando al pasillo, reconoció a su ventana favorita pero vestida con un cristal más grueso del que había en su memoria. Se acercó a ella, pues siempre había sido la que mejor vistas ofrecía, para acariciar el marco cuando se percató de que en algún momento también lo habían cambiado para ser de frío acero. La confusión poco a poco estaba devorando sus entrañas.
—¡Ufff! —escuchó tras el muro que separaba aquel descansillo de las paredes de su dormitorio—. ¿¡Cuántas veces te he dicho que esto no es Estados Unidos!? ¡Halloween no se debería celebrar aquí!
¿Halloween? ¿Estados Unidos? Cuando quiso entrar para averiguar quién diantres estaba en su dormitorio y con qué permiso se había atrevido a invadir de tal manera su privacidad, un reflejo dorado cegó sus ojos por unos instantes.
Fue entonces, cuando cada uno de los vellos en su cuerpo se erizó. Algo se acercaba, lo sabía, y a medida que lo hacía, era más difícil de ignorar. Podía escuchar dentro de las paredes pequeñas estampidas, como de ratas o cualquier animalillo siendo más listo que ella por huir de lo que se avecinaba. Los tentáculos del miedo aprisionándola por momentos en una cárcel de barrotes invisibles. Y esa tristeza ahogándola… ¿De dónde venía?
Apretó los ojos y rezó con el sudor cayéndole por el hueco de su nuca. Cuando de repente el silencio se coronó rey, reunió el suficiente valor para mirar a la autora de tal reflejo dorado como un rayo que precede a la tormenta: una placa colgada frente a ella. Se llevó la mano a la boca para ahogar un grito de pánico que nació de lo más profundo de su ser cuando leyó:
“Aquí estuvo el palacio donde vivió doña Isabel Tormes, duquesa de Arcos del Río. En él murió el 28 de enero de 1904.”
Entonces… ¿Estaba muerta?
Jane Doe
Se nota cuando se está ante una persona con enorme potencial cuando escribe algo así en un "bloqueo de escritura". Una historia, aunque breve, que consigue mantener el interés y el misterio hasta el giro final (que sólo intuyes con una relectura).
ResponderEliminarEstoy enamorado de tu forma de describir, usando tus palabras haces que mi mente vaya al lugar que narras en tus historias.
Y que decir del uso de las metáforas 😍😍😍.
Se nota que tu curso de escritura está dando sus frutos. Sigue escribiendo y maravillandonos con tu prosa.
Se que es parte de un reto, pero me encantaría ver una continuación de la no-vida de la tal Isabel Tormes.
💯
Me despido con la tarea pendiente de comentar tus otros dos fanfics que me recomendaste.
¡Muchas gracias por tu tiempo para leer y comentar! Nunca dejaré de decirlo aunque suene a cansina, pero es que me llena de una alegría que ya ni sé cómo expresarla jajaja.
ResponderEliminarMe ha costado mucho "parir" este pequeño relato. No me fluía las palabras y si te soy sincera en algún párrafo he tirado de refitos que tenía por ahí guardados para seguir avanzando porque sino no hubiera salido. Y también tengo que admitir que con él he matado dos pájaros de un tiro porque es un relato parte del writober y por otro lado, un ejercicio que llevé al taller de escritura y créeme cuando te digo que me hicieron muchas correcciones (señalar oportunidades como dice el profesor ^^)
Gracias y gracias por lo que me dices de mis descripciones porque es algo que me obsesiona bastante y a veces siento que no llego a ellas :__
Jajaja, no tenía nada pensado para la pobre Isabel Tormes (duquesa que me he inventado totalmente cogiendo un nombre de aquí y un apellido de allá xD) salvo que la pobre cada x tiempo viviera esto mismo que he escrito como un bucle sinfin (lo sé, soy cruel)
La verdad que mi Writober está siendo un fracaso por a falta de continuidad xD pero voy a ver si puedo ponerme al día con nuevos relatos. Esto de ser una escritora brújula es lo que tiene y me da un coraje D:
¡Bravoooooooooooo!
ResponderEliminar¡JAJAJAJA!
ResponderEliminar¡Molto grazieeeeeee!